
Contamos calorías, evitamos el azúcar y hablamos de «ligereza» como si fuese una virtud moral. Y, sin embargo, queremos oler a vainilla, caramelo y helado de pistacho. En plena vuelta del control corporal, los perfumes gourmand viven su auge. La paradoja es deliciosa: mientras reprimimos el placer en el cuerpo, lo reclamamos a través del olfato. Leer

